28 de noviembre de 2023

El Despertar. Por Manuel Barreto

 


El Despertar

Por Manuel Barreto - 25 de noviembre de 2023 12:11 am


“Sentir de pronto amanecer con una inmensa claridad, dejar atrás lo que era gris para descubrir lo que es verdad”. Marco Antonio Muñiz

Este régimen demagogo y manipulador propició la mediocridad, el desinterés, el desapego, la baja autoestima, la negligencia, la corrupción, el conformismo y el temor del ciudadano, hasta con la suprema ironía de llamarle “Soberano”.


De manera irresponsable, experimentó con medidas antieconómicas y populares que en un principio favorecieron al pueblo, para posteriormente condenarlo a sistemas de racionamiento; ubicando la política por encima de la economía. Este gobierno, de manera cínica y descarada, a lo largo de estas dos décadas, prometió abundancia y engendró miseria, prometió libertad y engendró servidumbre.


Quedará entonces para la posteridad aquella cruda sentencia del ahora gobernador de Miranda, cuando era ministro de educación, Héctor Rodríguez, quien en un arrebato de sinceridad exclamó: «No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos»… Porque, en fin de cuentas, ignorante es aquel que se siente feliz cuando sus “líderes” deciden por él, cuando este régimen le de lo que considera cubre sus necesidades.


Tal cual aquella plebe romana que se alborozaba y se sentía satisfecha cuando pedía pan y circo. Lamentablemente esa demagogia logra su cometido cuando los ciudadanos no han alcanzado su mayoría de edad y eso se observa que prefieren obedecer a pensar por sí mismos, o cuando sus intereses particulares triunfan sobre los comunes o generales. Y son el miedo y la flojera los que nos lleva a esta situación, y resulta evidente que no se puede transitar la ruta hacia el desarrollo como sociedad sin dejar atrás las causas del atraso.


Entonces, se hace menester repetirlo una y otra vez: Un ciudadano con derechos, pero ignorante no sabe qué significan sus derechos, no sabe exigir su cumplimiento y, peor aún, ni siquiera distingue cuando los pierde. Por eso una persona ignorante puede ser presa fácil de esas ofertas demagógicas que prometen cosas en vez de explicar cómo se van a cumplir los derechos establecidos en la Constitución; y recordemos que es la «pobreza de espíritu» lo que induce a compartir y creer en su propia impotencia, desesperanza, apatía y resentimiento.


La calidad de la ciudadanía es un fundamento de la democracia, pero a la vez, un resultado. Una ciudadanía más educada, mejor organizada e informada, se constituye en el mayor garante de su funcionamiento y de la institucionalidad. Ahora bien, si la demagogia encuentra con facilidad un campo propicio para germinar, crecer, desarrollarse y lamentablemente reproducirse, ¿Qué podemos hacer?


Se hace obligatorio repetirlo una vez más.


La respuesta es fácil; el logro, sin duda, muy difícil, pero no imposible: educar al pueblo para que comprenda que nada en la lucha por la vida se consigue por azar, porque «me toca por derecho» o «porque alguien me lo quitó»; que todo se construye con esfuerzo, dedicación y trabajo, que el facilismo, el paternalismo y la fractura social a cambio de votos han sido, son y serán una oferta lastimosa; que un pueblo se engaña cuando acepta como dádiva la redención sin hacer nada, que tan sólo mediante la promesa cumplible de la creación eficiente de nuevas fuentes de trabajo, de una verdadera distribución de la riqueza -conscientes de que llegó el momento de acabar con el mito de la presunta riqueza venezolana- y del esfuerzo y compromiso de todos por colocar a nuestro país en el sitial que se merece, podremos salir de este lamentable ciclo.


Nuestra sociedad que parecía adormecida y sumida en el conformismo después de más de dos décadas de disparates que nos llevaron a este terrible marasmo, parece estar dejando a un lado la modorra, para decir basta al abuso del poder por medio de múltiples manifestaciones de descontento. El tejido social deshilachado por la perversidad del régimen comienza a tejerse con la fibra de la esperanza. El despertar resulta un concepto polisémico un tanto complejo de entender. Para los científicos sociales puede ser ese proceso de transformación interior en el que se empieza a tomar conciencia de sí mismo. Despertar es abrir los ojos a la realidad que siempre ha estado ahí, pero que costaba ver por las distorsiones y las manipulaciones de un sistema perverso.


Ahora “el soberano” parece despertarse de tan absurdo letargo, y con soberana arrechera parece entender que resulta más saludable un gobierno que dé trabajo a, que uno que les mantenga con paupérrimas bolsas Claps surtidas de promesas… ¡y pasando trabajo!, pues se trata de una mayoritaria ciudadanía sana pero confundida, tal vez ignorante pero no estúpida, ingenua pero no idiota, que se ha desengañado de tanta demagogia barata, que se desilusionó de las vanas promesas de este régimen arbitrario y mentiroso. Así lo escuchamos en Maturín y también en Mantecal. Y así lo clama en sus cuatro puntos cardinales, un país que ha despertado de tan prolongada pesadilla




Sociólogo de la Universidad de Carabobo. 
Director de Relaciones Interinstitucionales de la Universidad de Carabobo

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"La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás."

- Winston Churchill

21 de noviembre de 2023

Ahora, ni que las repitan un millón de veces… Por Manuel Barreto

 

Ahora, ni que las repitan un millón de veces…

Por Manuel Barreto - 18 de noviembre de 2023 12:08 am



“La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa.” Albert Camus

Se puede definir la mentira, para no caer en complicaciones filosóficas, como la expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa.

La mentira política nació en la ciudad misma, como repetidamente lo evidencia la historia. El mito, a menudo, es preferido a la ciencia, y la retórica que se dirige a las pasiones es preferida a la demostración dirigida a la inteligencia.

Ya encontramos, al abrir la Biblia, que el pecado original, el que motiva la expulsión del paraíso, sea verdad o sea alegoría, surge de la mentira de la serpiente y concluye con el intento de Adán y Eva de engañar al mismo Dios. Tal vez el primer código escrito castigando a la mentira fue el entregado por Moisés a la tribu de Israel, contenido en las Tablas de la Ley, doce siglos antes de nuestra era.

Sin embargo, nunca se ha mentido tanto como ahora. Ni se ha mentido de forma tan constante, descarada y sistemática. Así las cosas, resulta un atentado contra la ciudadanía el hecho de pretender confundir la verdad con la mentira, al punto tal de exhibir la mentira como verdad. Aquí lo que tenemos es un régimen enfermo de poder, que está dispuesto a hacer lo que sea, por mantenerse atornillado en él, cueste lo que cueste, que trasgrede, corrompe y miente sin recato, dirigido por seres más falsos que una escalera de anime.

Pero lamentablemente nos hemos acostumbrado con facilidad a la mentira, o a hacernos la vista gorda ante la triste realidad que nos abofetea cotidianamente.

Hay que reconocer, en honor a la verdad, que el régimen hace maravillas – además de la coacción – con esto de la comunicación, el marketing, el «fake-new»- y la propaganda; pero, como sostenía Abraham Lincoln: «Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos unos tiempos. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”. Ya no es cuestión de magnicidio, ni de guerra económica o invasión del Imperio.

Ni las maromas discursivas para edulcorar lo amargo de la realidad que ya le alcanza les son suficientes. Tratar de ocultar la realidad, la veracidad, la fotografía histórica o la nitidez de la radiografía nacional de un país representado por 2.4 millones de venezolanos que ejercieron su cívico y constitucional derecho de expresarse mediante la Primaria, es una prueba imborrable de una verdad que a punta de falsedades tratan de enlodar.

La corrupción de la sociedad comienza con la corrupción de las palabras. La democracia – en principio – es un sistema que consiste en saber escuchar, pero también consiste en saber explicar. Sin embargo, cuando las palabras han perdido, por la necesidad de la mentira, su sentido, nadie puede explicar nada y nadie espera entender nada.

La mentira es una deformación intencional de la realidad. Al deformar la realidad con falsedades se agrede el sentido común y se dificulta el proceso comunicativo de entendimiento entre los ciudadanos, pues con la mentira surge una discrepancia entre los hechos y los discursos.

Si estamos como estamos no es por culpa de la verdad sino de su ausencia, ya que donde se escatima la verdad ella es sustituida por la mentira. La mentira en la política es aquella acción que pretende ocultar, deformar o destruir información y hechos. Y así se hizo legendaria la fatídica sentencia de siniestro Joseph Goebbels: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad». Tal argumento dejó de ser efectivo porque se ha estado repitiendo por más de dos décadas y ahora el ciudadano abre los ojos y se percata que el reyezuelo está desnudo. Goebbels también afirmaba que la propaganda “debería ser sincronizada de manera óptima”. Desde este momento el régimen se está preparando para las elecciones presidenciales y bien sabe, según encuestas internas, que cuenta con niveles de popularidad por debajo de 10%. El asunto del Esequibo no es casualidad, es una estrategia de campaña.

La peor consecuencia de la corrupción y el clima de impunidad creado por una justicia permisiva y controlada, por organismos de control supeditados al régimen y por todo ese estamento que conforma la cadena de poder servil, es la indiferencia de una sociedad que no se escandaliza. Cuando la política se convierte en un pantanal, la culpa es de los gobernantes, pero, sobre todo, de una ciudadanía sumisa, domesticada, manipulada y clientelar que, lejos de correrlos a sombrerazos, vuelve a votarlos. Nicolás Maquiavelo, en “El Príncipe” dejó escrito: “Los hombres son tan ingenuos, y responden tanto a la necesidad del momento, que quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar.”


Manuel Barreto Hernaiz
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14 de noviembre de 2023

Estar a la altura de los tiempos. Por Manuel Barreto


Estar a la altura de los tiempos

Por Manuel Barreto - 11 de noviembre de 2023 12:10 am



 

«El mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar.» José Ortega y Gasett


José Ortega y Gasset, en su obra maestra publicada en 1930, La rebelión de las masas, introduce la expresión «Estar a la altura de los tiempos», con la intención de medir de manera objetiva el estado de la sociedad del momento en base a la comodidad que ésta ofrece a sus individuos. Es la percepción que la sociedad tiene sobre sí misma en un momento dado. El hecho es que al filósofo siempre le llamó la atención cómo algunas personas se quedaban inertes tan solo en su circunstancia, como también señalaba cómo otras personas son incomprendidas por anticiparse a su tiempo.

Han pasado noventa años de la aparición de aquel extraordinario aporte filosófico que nunca ha perdido vigencia, pues hoy como nunca antes, en nuestra carajeada Venezuela, se presenta un desfase de más de dos décadas bajo este oprobioso y perverso régimen, que equivale a varios siglos de retraso en épocas pasadas. Esto es lo que podríamos entender por «altura de los tiempos», el punto al que hemos llegado y en el que es preciso situarse para vivir nuestra crítica realidad.

Estar a la altura de los tiempos implica resolver los problemas del presente pero habiendo tomado una conciencia clara del pasado del cual venimos, divisando esos caminos sin retorno que deben ser evitados. Estar a la altura de estos tiempos es lograr un intenso contacto con los problemas de ese país que nos va quedando, y ese contacto no debe ser ni limitado ni postergado en ninguna forma, sino con verdadera y clara lucidez y sensibilidad con lo cual podremos ir al encuentro de los problemas, con profundidad de análisis, integración de perspectivas, y tomar conciencia de los pasos que deberían conducir a la acción.

Estar a la altura de estos tiempos, es apoyar todo cuanto conduzca a la concordia entre todos los sectores, tanto los partidos como la sociedad civil en su conjunto, para que dediquen sus energías a preocuparse por lograr un compromiso mínimo, dejando de lado esas diferencias propias de adversarios políticos, sentando las bases de confianza mínima que hagan posible un clima de entendimiento que se fundamente en propuestas basadas en los problemas reales de nuestra región y nuestro país que interesan a los ciudadanos, sustentadas en un mensaje serio, sin los innecesarios aditivos demagógicos fuera de la realidad actual, o en anticipados repartos del pastel que aún no se ha horneado.

Estar a la altura de estos tiempos es enfrentar con firmeza este marasmo, este colapso indetenible, que aterroriza y desgasta la salud mental de toda nuestra nación, para que cada familia venezolana pueda realizar una vida de absoluta normalidad, que pueda acostarse y conciliar el sueño sin temor, sin angustia y con esperanzas.

Estar a la altura de los tiempos es entender la actitud de vivir con ese compromiso que adquirimos para ganarnos el derecho a realizarnos con un profundo sentido existencial. Porque, honrar un compromiso es entregar nuestro existir por lo que creemos, es vivir para dejar lo mejor de nosotros mismos, por mantener nuestras convicciones.

Estar a la altura de los tiempos es impedir que todo acabe en indiferencia, resignación y silencio. Estar a la altura de los tiempos es apartar el sectarismo senil; es innovar, anticiparse, y hacerlo con humildad, porque el anticiparse exige muchas veces contener el ansia de prevalecer sobre otros, moderar la precipitación y situarse en una posición de aparente desventaja. Es procurarse ideas claras, programas definidos, madurez política y, sobre todo, la humildad suficiente para posponer las ambiciones personales y no anteponerlas al interés de la ciudadanía.

Estar a la altura de los tiempos es tomar conciencia que esta lucha no es fácil, con riesgos y la ineludible coacción por el solo hecho de aspirar un país mejor, pero que de aquí en adelante ni la indiferencia, la pasividad, la aquiescencia ni el pusilánime derrotismo serán permisibles ni admisibles; es exigir a los líderes demócratas unidad y direccionalidad, así como firmeza en su accionar, puesto que el derecho de la ciudadanía a escoger la que considere la mejor alternativa es un derecho inviolable.

En realidad algo muy serio nos pasa. Como decía Ortega, no sabemos con certeza si «lo que nos pasa es no saber lo que nos pasa».




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7 de noviembre de 2023

Ahora es el momento propicio de prepararse. Por Manuel Barreto

 

Ahora es el momento propicio de prepararse

Por Manuel Barreto - 4 de noviembre de 2023 12:10 am



«El porvenir es un edificio misterioso que edificamos en la oscuridad y que más tarde deberá servirnos a todos de morada». Víctor Hugo

Con aleccionadora sensatez y madurez política y bajo una extraordinaria conducción de la Comisión Nacional de Primaria, se llevó adelante ese proceso cívico que demostró que cuando se concatena la correcta organización política con la comprometida participación de los ciudadanos, el objetivo puede ser alcanzado.

Ahora es cuestión de ir dejando a un lado esa maraña «comunicacional» que pretende desviar una irrefutable realidad; así las cosas, no insistimos en discutir los detalles de la ocurrente sentencia, en virtud de lo ya debidamente explicado tanto por la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, como por eminentes juristas y destacados politólogos.

La reconstrucción del país que nos merecemos tiene que ver directamente con la edificación de instituciones democráticas, que tengan en el centro la rendición de cuentas y el servicio a la ciudadanía.
Este punto resulta fundamental: la ciudadanía tiene que aprender a poner límites a los excesos del poder.

Atrás va quedando ese panorama, en el cual los árboles no nos permitían ver el bosque; esa altisonante avalancha de palabras cargadas de improperios y violencia, que ya resultan harto monótonas, que, si bien antes solía distraernos, confundirnos y atemorizarnos, hoy nos indican que se aproxima, de manera inexorable, el fin de esta historia.

Atrás van quedando los llamados trapos rojos, «peines» o simples triquiñuelas que lograban desmovilizarnos, transfiriendo, en muchas ocasiones nuestro rol de actores, al de simple espectadores, por considerar que, «ni que hagamos lo que hagamos», o bien, “la cosa está como botica de pueblo… sin remedio”. Ya los tiempos de resignación han quedado atrás, y eso se siente en el ambiente.

Ahora a prepararse a salir de un sistema autoritario, que cotidiana y sostenidamente ha violentado los derechos humanos de muchos ciudadanos, mediante las complicidades que se apoyan en la impunidad de fuerzas oscuras al margen del derecho; y en la falta de políticas públicas claras de salud; en materia de medios de comunicación, de educación pública, de impartición de la justicia, de sempiternos conflictos con las Universidades, de ciencia y tecnología al garete, de finanzas sin control.

El paso fundacional de una primera alternancia en el poder, de la competencia política y de los reacomodos de fuerzas servirá para empezar la tarea inmensa de edificar una institucionalidad democrática y fortalecer una ciudadanía verdaderamente dispuesta, comprometida y participativa.

Ahora es el momento propicio de prepararse a superar, desterrar y sustituir no sólo los desmanes y disparates de este régimen, sino los inolvidables desaciertos de «aquel entonces», para ingresar, tal como lo merecen las nuevas generaciones, en el siglo XXI.

De prepararse a salir de un sistema autoritario, que cotidiana y sostenidamente violentó los derechos humanos, de muchos ciudadanos, mediante las complicidades que se apoyan en la impunidad de fuerzas oscuras al margen del derecho.



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