Mostrando las entradas con la etiqueta #Unidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta #Unidad. Mostrar todas las entradas

5 de diciembre de 2023

¿Salir de esto o salir de aquí? Por Manuel Barreto

 


¿Salir de esto o salir de aquí?

Por Manuel Barreto - 2 de diciembre de 2023 12:08 am


“Elegir la política es el paso personal que cada cual debe dar, desde su aparente pequeñez que no renuncia a buscar compañeros, para obtener lo mejor de lo posible frente a las fatalidades supuestamente irremediables…”. Fernando Savater

Es cierto que un gran número de ciudadanos, con sobradas y válidas razones, toma la acción de ingresar a esa lamentable diáspora; otros se hacen los desentendidos, unos cuantos son los aquiescentes, y por supuesto, enchufados hay a granel; pero hay otros, no tantos pero si suficientes, que se niegan a tirar la toalla, que no permiten que el derrotismo les atrape, que no pierden las esperanzas, que se oponen y se opondrán rotundamente a que les confisquen el porvenir; que no le dan espacio al paralizante fatalismo; que elevan su voz con graves y sentidas denuncias, que gritan su iracundia en la tierra para que tal clamor llegue al cielo, y así esa voz, ese noble y justo grito, se una a tantas voces llenas de indignación pero igualmente cargadas de esperanza y de aliento.

Sostienen los entendidos de la ciencia política que el tiempo es el elemento que nos indica el grado de disenso y de conflicto de una sociedad determinada y su posible acrecimiento o su disolución. La relación entre tiempo y política es importante porque permite comprender las dinámicas de los regímenes políticos. La política no es un oficio en el que la ingenuidad o la falsa viveza generen resultados positivos. La política es una lucha continua entre el ser y el deber ser.

Nuestro tiempo, éste, que en buena parte nosotros no decidimos, es abrumador, y ninguno de nosotros lo pone en duda. Una vez más el porvenir parece mostrar caminos más tortuosos para alcanzarle, y lo hace con postergaciones que en no pocas ocasiones se mimetizan en un envoltorio muy complicado de abrir; y es entonces cuando se nos presenta un horizonte bastante difuso, del cual solo emana un sentimiento de impotencia.

Más, siempre hay que hacer. Para librarse de algo, casi siempre recurrimos a la expresión «Se tiene que hacer algo mejor», sin caer en el escapismo ni en la dispersión mental. Ahora bien, si realmente nos convencemos que realmente hay algo mejor que hacer, descubriremos un país distinto: el de la profundización de la acción y el de la exigencia en los resultados.

¿Qué no tenemos espacio ni decisión?

Ahora son muchos los ciudadanos comprometidos en poner su mayor esfuerzo en participar en la movilización y la organización, en el activismo y cuanto sea necesario para consolidar esa fuerza impregnada de rebeldía, perseverancia y fe, que habrá de derrotar la vileza del sometimiento socio- económico, la dominación militar; la imparable corrupción y la imposición ideológica, que con tanta determinación -o maldad- pretende atornillar este régimen.

El momentum político señala que estos son tiempos propicios para encontrar la debida transformación de desesperanza en indignación y organización ciudadana. Nadie dice que sea fácil sobreponerse al desaliento, pero hay que intentarlo cada vez con mayor firmeza, coraje y obstinación, sin desmayar. Cada quien debe intentarlo a su manera, según sus posibilidades. La solución a esa ineludible pregunta – ¿salir de esto o salir de aquí? – se encuentra en aquellos «imprescindibles» de quienes nos hablara Bertolt Brecht… La solución somos nosotros mismos. Todos y cada uno. Salir de este marasmo dependerá del coraje y la organización de la ciudadanía en concordancia con ese liderazgo capaz y responsable.

Estos son tiempos que nos obligan a tomar conciencia que esta lucha no es fácil, pero que de aquí en adelante ni la indiferencia, la pasividad, la aquiescencia ni el pusilánime derrotismo serán permisibles ni admisibles; son tiempos de correcta direccionalidad, así como firmeza en su accionar, puesto que el derecho de la ciudadanía a escoger la que considere la mejor alternativa es un derecho inviolable.

Para concluir tomamos la invitación que, con justa razón, nos cursa Leonardo Padrón: “La lección ante nuestros errores acumulados ha sido amarga. Pero es hora de responder. De apostar duro. De vivir cada día como construcción. De devolverle a esta tierra de gracia todo lo que nos ha dado, empezando por el derecho a existir y crecer en su aire, en su luz.”

Manuel Barreto Hernaiz
https://www.el-carabobeno.com/?p=1995401




Sociólogo de la Universidad de Carabobo. 

Director de Relaciones Interinstitucionales de la Universidad de Carabobo


------------------------------------------------------------------------------

Si quieres saber más de nosotros, síguenos por nuestras Redes Sociales a través del siguiente enlace:

https://linktr.ee/barutaenmovimiento



"La democracia es una forma superior de gobierno, porque se basa en el respeto del hombre como ser racional." - John Fitzgerald Kennedy

28 de noviembre de 2023

El Despertar. Por Manuel Barreto

 


El Despertar

Por Manuel Barreto - 25 de noviembre de 2023 12:11 am


“Sentir de pronto amanecer con una inmensa claridad, dejar atrás lo que era gris para descubrir lo que es verdad”. Marco Antonio Muñiz

Este régimen demagogo y manipulador propició la mediocridad, el desinterés, el desapego, la baja autoestima, la negligencia, la corrupción, el conformismo y el temor del ciudadano, hasta con la suprema ironía de llamarle “Soberano”.


De manera irresponsable, experimentó con medidas antieconómicas y populares que en un principio favorecieron al pueblo, para posteriormente condenarlo a sistemas de racionamiento; ubicando la política por encima de la economía. Este gobierno, de manera cínica y descarada, a lo largo de estas dos décadas, prometió abundancia y engendró miseria, prometió libertad y engendró servidumbre.


Quedará entonces para la posteridad aquella cruda sentencia del ahora gobernador de Miranda, cuando era ministro de educación, Héctor Rodríguez, quien en un arrebato de sinceridad exclamó: «No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos»… Porque, en fin de cuentas, ignorante es aquel que se siente feliz cuando sus “líderes” deciden por él, cuando este régimen le de lo que considera cubre sus necesidades.


Tal cual aquella plebe romana que se alborozaba y se sentía satisfecha cuando pedía pan y circo. Lamentablemente esa demagogia logra su cometido cuando los ciudadanos no han alcanzado su mayoría de edad y eso se observa que prefieren obedecer a pensar por sí mismos, o cuando sus intereses particulares triunfan sobre los comunes o generales. Y son el miedo y la flojera los que nos lleva a esta situación, y resulta evidente que no se puede transitar la ruta hacia el desarrollo como sociedad sin dejar atrás las causas del atraso.


Entonces, se hace menester repetirlo una y otra vez: Un ciudadano con derechos, pero ignorante no sabe qué significan sus derechos, no sabe exigir su cumplimiento y, peor aún, ni siquiera distingue cuando los pierde. Por eso una persona ignorante puede ser presa fácil de esas ofertas demagógicas que prometen cosas en vez de explicar cómo se van a cumplir los derechos establecidos en la Constitución; y recordemos que es la «pobreza de espíritu» lo que induce a compartir y creer en su propia impotencia, desesperanza, apatía y resentimiento.


La calidad de la ciudadanía es un fundamento de la democracia, pero a la vez, un resultado. Una ciudadanía más educada, mejor organizada e informada, se constituye en el mayor garante de su funcionamiento y de la institucionalidad. Ahora bien, si la demagogia encuentra con facilidad un campo propicio para germinar, crecer, desarrollarse y lamentablemente reproducirse, ¿Qué podemos hacer?


Se hace obligatorio repetirlo una vez más.


La respuesta es fácil; el logro, sin duda, muy difícil, pero no imposible: educar al pueblo para que comprenda que nada en la lucha por la vida se consigue por azar, porque «me toca por derecho» o «porque alguien me lo quitó»; que todo se construye con esfuerzo, dedicación y trabajo, que el facilismo, el paternalismo y la fractura social a cambio de votos han sido, son y serán una oferta lastimosa; que un pueblo se engaña cuando acepta como dádiva la redención sin hacer nada, que tan sólo mediante la promesa cumplible de la creación eficiente de nuevas fuentes de trabajo, de una verdadera distribución de la riqueza -conscientes de que llegó el momento de acabar con el mito de la presunta riqueza venezolana- y del esfuerzo y compromiso de todos por colocar a nuestro país en el sitial que se merece, podremos salir de este lamentable ciclo.


Nuestra sociedad que parecía adormecida y sumida en el conformismo después de más de dos décadas de disparates que nos llevaron a este terrible marasmo, parece estar dejando a un lado la modorra, para decir basta al abuso del poder por medio de múltiples manifestaciones de descontento. El tejido social deshilachado por la perversidad del régimen comienza a tejerse con la fibra de la esperanza. El despertar resulta un concepto polisémico un tanto complejo de entender. Para los científicos sociales puede ser ese proceso de transformación interior en el que se empieza a tomar conciencia de sí mismo. Despertar es abrir los ojos a la realidad que siempre ha estado ahí, pero que costaba ver por las distorsiones y las manipulaciones de un sistema perverso.


Ahora “el soberano” parece despertarse de tan absurdo letargo, y con soberana arrechera parece entender que resulta más saludable un gobierno que dé trabajo a, que uno que les mantenga con paupérrimas bolsas Claps surtidas de promesas… ¡y pasando trabajo!, pues se trata de una mayoritaria ciudadanía sana pero confundida, tal vez ignorante pero no estúpida, ingenua pero no idiota, que se ha desengañado de tanta demagogia barata, que se desilusionó de las vanas promesas de este régimen arbitrario y mentiroso. Así lo escuchamos en Maturín y también en Mantecal. Y así lo clama en sus cuatro puntos cardinales, un país que ha despertado de tan prolongada pesadilla




Sociólogo de la Universidad de Carabobo. 
Director de Relaciones Interinstitucionales de la Universidad de Carabobo

------------------------------------------------------------------------------

Si quieres saber más de nosotros, síguenos por nuestras Redes Sociales a través del siguiente enlace:



"La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás."

- Winston Churchill

21 de noviembre de 2023

Ahora, ni que las repitan un millón de veces… Por Manuel Barreto

 

Ahora, ni que las repitan un millón de veces…

Por Manuel Barreto - 18 de noviembre de 2023 12:08 am



“La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa.” Albert Camus

Se puede definir la mentira, para no caer en complicaciones filosóficas, como la expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa.

La mentira política nació en la ciudad misma, como repetidamente lo evidencia la historia. El mito, a menudo, es preferido a la ciencia, y la retórica que se dirige a las pasiones es preferida a la demostración dirigida a la inteligencia.

Ya encontramos, al abrir la Biblia, que el pecado original, el que motiva la expulsión del paraíso, sea verdad o sea alegoría, surge de la mentira de la serpiente y concluye con el intento de Adán y Eva de engañar al mismo Dios. Tal vez el primer código escrito castigando a la mentira fue el entregado por Moisés a la tribu de Israel, contenido en las Tablas de la Ley, doce siglos antes de nuestra era.

Sin embargo, nunca se ha mentido tanto como ahora. Ni se ha mentido de forma tan constante, descarada y sistemática. Así las cosas, resulta un atentado contra la ciudadanía el hecho de pretender confundir la verdad con la mentira, al punto tal de exhibir la mentira como verdad. Aquí lo que tenemos es un régimen enfermo de poder, que está dispuesto a hacer lo que sea, por mantenerse atornillado en él, cueste lo que cueste, que trasgrede, corrompe y miente sin recato, dirigido por seres más falsos que una escalera de anime.

Pero lamentablemente nos hemos acostumbrado con facilidad a la mentira, o a hacernos la vista gorda ante la triste realidad que nos abofetea cotidianamente.

Hay que reconocer, en honor a la verdad, que el régimen hace maravillas – además de la coacción – con esto de la comunicación, el marketing, el «fake-new»- y la propaganda; pero, como sostenía Abraham Lincoln: «Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos unos tiempos. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”. Ya no es cuestión de magnicidio, ni de guerra económica o invasión del Imperio.

Ni las maromas discursivas para edulcorar lo amargo de la realidad que ya le alcanza les son suficientes. Tratar de ocultar la realidad, la veracidad, la fotografía histórica o la nitidez de la radiografía nacional de un país representado por 2.4 millones de venezolanos que ejercieron su cívico y constitucional derecho de expresarse mediante la Primaria, es una prueba imborrable de una verdad que a punta de falsedades tratan de enlodar.

La corrupción de la sociedad comienza con la corrupción de las palabras. La democracia – en principio – es un sistema que consiste en saber escuchar, pero también consiste en saber explicar. Sin embargo, cuando las palabras han perdido, por la necesidad de la mentira, su sentido, nadie puede explicar nada y nadie espera entender nada.

La mentira es una deformación intencional de la realidad. Al deformar la realidad con falsedades se agrede el sentido común y se dificulta el proceso comunicativo de entendimiento entre los ciudadanos, pues con la mentira surge una discrepancia entre los hechos y los discursos.

Si estamos como estamos no es por culpa de la verdad sino de su ausencia, ya que donde se escatima la verdad ella es sustituida por la mentira. La mentira en la política es aquella acción que pretende ocultar, deformar o destruir información y hechos. Y así se hizo legendaria la fatídica sentencia de siniestro Joseph Goebbels: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad». Tal argumento dejó de ser efectivo porque se ha estado repitiendo por más de dos décadas y ahora el ciudadano abre los ojos y se percata que el reyezuelo está desnudo. Goebbels también afirmaba que la propaganda “debería ser sincronizada de manera óptima”. Desde este momento el régimen se está preparando para las elecciones presidenciales y bien sabe, según encuestas internas, que cuenta con niveles de popularidad por debajo de 10%. El asunto del Esequibo no es casualidad, es una estrategia de campaña.

La peor consecuencia de la corrupción y el clima de impunidad creado por una justicia permisiva y controlada, por organismos de control supeditados al régimen y por todo ese estamento que conforma la cadena de poder servil, es la indiferencia de una sociedad que no se escandaliza. Cuando la política se convierte en un pantanal, la culpa es de los gobernantes, pero, sobre todo, de una ciudadanía sumisa, domesticada, manipulada y clientelar que, lejos de correrlos a sombrerazos, vuelve a votarlos. Nicolás Maquiavelo, en “El Príncipe” dejó escrito: “Los hombres son tan ingenuos, y responden tanto a la necesidad del momento, que quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar.”


Manuel Barreto Hernaiz
https://www.el-carabobeno.com/?p=1991822




Sociólogo de la Universidad de Carabobo. 

Director de Relaciones Interinstitucionales de la Universidad de Carabobo


------------------------------------------------------------------------------

Si quieres saber más de nosotros, síguenos por nuestras Redes Sociales a través del siguiente enlace:

https://linktr.ee/barutaenmovimiento



"La democracia es una forma superior de gobierno, porque se basa en el respeto del hombre como ser racional." - John Fitzgerald Kennedy


14 de noviembre de 2023

Estar a la altura de los tiempos. Por Manuel Barreto


Estar a la altura de los tiempos

Por Manuel Barreto - 11 de noviembre de 2023 12:10 am



 

«El mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar.» José Ortega y Gasett


José Ortega y Gasset, en su obra maestra publicada en 1930, La rebelión de las masas, introduce la expresión «Estar a la altura de los tiempos», con la intención de medir de manera objetiva el estado de la sociedad del momento en base a la comodidad que ésta ofrece a sus individuos. Es la percepción que la sociedad tiene sobre sí misma en un momento dado. El hecho es que al filósofo siempre le llamó la atención cómo algunas personas se quedaban inertes tan solo en su circunstancia, como también señalaba cómo otras personas son incomprendidas por anticiparse a su tiempo.

Han pasado noventa años de la aparición de aquel extraordinario aporte filosófico que nunca ha perdido vigencia, pues hoy como nunca antes, en nuestra carajeada Venezuela, se presenta un desfase de más de dos décadas bajo este oprobioso y perverso régimen, que equivale a varios siglos de retraso en épocas pasadas. Esto es lo que podríamos entender por «altura de los tiempos», el punto al que hemos llegado y en el que es preciso situarse para vivir nuestra crítica realidad.

Estar a la altura de los tiempos implica resolver los problemas del presente pero habiendo tomado una conciencia clara del pasado del cual venimos, divisando esos caminos sin retorno que deben ser evitados. Estar a la altura de estos tiempos es lograr un intenso contacto con los problemas de ese país que nos va quedando, y ese contacto no debe ser ni limitado ni postergado en ninguna forma, sino con verdadera y clara lucidez y sensibilidad con lo cual podremos ir al encuentro de los problemas, con profundidad de análisis, integración de perspectivas, y tomar conciencia de los pasos que deberían conducir a la acción.

Estar a la altura de estos tiempos, es apoyar todo cuanto conduzca a la concordia entre todos los sectores, tanto los partidos como la sociedad civil en su conjunto, para que dediquen sus energías a preocuparse por lograr un compromiso mínimo, dejando de lado esas diferencias propias de adversarios políticos, sentando las bases de confianza mínima que hagan posible un clima de entendimiento que se fundamente en propuestas basadas en los problemas reales de nuestra región y nuestro país que interesan a los ciudadanos, sustentadas en un mensaje serio, sin los innecesarios aditivos demagógicos fuera de la realidad actual, o en anticipados repartos del pastel que aún no se ha horneado.

Estar a la altura de estos tiempos es enfrentar con firmeza este marasmo, este colapso indetenible, que aterroriza y desgasta la salud mental de toda nuestra nación, para que cada familia venezolana pueda realizar una vida de absoluta normalidad, que pueda acostarse y conciliar el sueño sin temor, sin angustia y con esperanzas.

Estar a la altura de los tiempos es entender la actitud de vivir con ese compromiso que adquirimos para ganarnos el derecho a realizarnos con un profundo sentido existencial. Porque, honrar un compromiso es entregar nuestro existir por lo que creemos, es vivir para dejar lo mejor de nosotros mismos, por mantener nuestras convicciones.

Estar a la altura de los tiempos es impedir que todo acabe en indiferencia, resignación y silencio. Estar a la altura de los tiempos es apartar el sectarismo senil; es innovar, anticiparse, y hacerlo con humildad, porque el anticiparse exige muchas veces contener el ansia de prevalecer sobre otros, moderar la precipitación y situarse en una posición de aparente desventaja. Es procurarse ideas claras, programas definidos, madurez política y, sobre todo, la humildad suficiente para posponer las ambiciones personales y no anteponerlas al interés de la ciudadanía.

Estar a la altura de los tiempos es tomar conciencia que esta lucha no es fácil, con riesgos y la ineludible coacción por el solo hecho de aspirar un país mejor, pero que de aquí en adelante ni la indiferencia, la pasividad, la aquiescencia ni el pusilánime derrotismo serán permisibles ni admisibles; es exigir a los líderes demócratas unidad y direccionalidad, así como firmeza en su accionar, puesto que el derecho de la ciudadanía a escoger la que considere la mejor alternativa es un derecho inviolable.

En realidad algo muy serio nos pasa. Como decía Ortega, no sabemos con certeza si «lo que nos pasa es no saber lo que nos pasa».




Sociólogo de la Universidad de Carabobo. 
Director de Relaciones Interinstitucionales de la Universidad de Carabobo

------------------------------------------------------------------------------

Si quieres saber más de nosotros, síguenos por nuestras Redes Sociales a través del siguiente enlace:



"La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás."

- Winston Churchill

2 de marzo de 2022

Renovación partidista y del liderazgo, camino al 2024?

Ismael Pérez Vigil . Politólogo

Renovación partidista y del liderazgo, camino al 2024?

A la memoria de Américo Martín, político, demócrata y amigo. Descansa en paz, Américo.


  El camino hacia las elecciones del 2024, pedregoso, lleno de incertidumbres y obstáculos; presenta al menos tres dificultades graves: La selección de un candidato único, por un mecanismo aceptado por todos; la unidad de los partidos, previa revisión, legitimación o reorganización de los mismos y sus líderes; y una oferta electoral, propuesta o programa, que entusiasme al país.

  Sobre la selección del candidato, no hemos tenido nunca mayores dificultades, porque al final, no importa si los partidos se ponen de acuerdo o no para presentar un candidato, o si aparece alguno, que se lanza “porque sí”, porque la polarización y que la gente “juega a ganador”, lo ponen en su sitio y terminamos teniendo un solo candidato opositor, con relativo chance. Otra cosa es la segunda parte de la afirmación: Que ese candidato sea seleccionado “por un mecanismo aceptado por todos”, pues en eso no hemos sido tan asertivos y probablemente ello ha influido −entre otras razones, quizás de mayor peso− para que ese candidato no sea tan exitoso. Pero no voy a repetir lo que ya dije en mi artículo de hace dos semanas. (Ver: El Candidato y su Selección, https://bit.ly/3HNRnlZ)

  También dejo para una futura ocasión el tema, nada fácil, de la “oferta electoral, propuesta o programa, que entusiasme al país”, que si bien no nos han faltado propuestas, es evidente que no han cumplido la condición de “entusiasmar al país”, porque si hubiera sido así, estaríamos hablando de otra historia. Por lo tanto, me voy a concentrar ahora en el tema peliagudo de “la unidad de los partidos, previa revisión, legitimación o reorganización de los mismos”.

El tema de la “unidad” no es para mí el centro del problema, pues de nuevo, como la gente “juega a ganador”, el que se sale del guion lo paga caro. Además, vamos a hablar claro, nadie en sus cabales va a oponerse a la unidad; quien lo haga no tiene futuro político; otra cosa es que no sea nada fácil lograr ese “cemento mágico” que una a la mayor cantidad de gente posible; pero al menos, la “unidad”, básica, superficial, de forma, la electoral, ha estado siempre más o menos garantizada; al menos para una elección presidencial, que es la que se nos viene en el 2024; otra cosa es que se logre para otros procesos: regionales, locales o parlamentarias, −aunque para estas últimas en 2010 y 2015 no lo hicimos nada mal−, lo complicado es la unidad en una propuesta para reconstruir el país.

  El tema de la reorganización de los partidos, su renovación y la de los líderes, es la otra cosa realmente complicada. En los últimos días, varios líderes han hablado acerca del “envejecido” liderazgo político y varios partidos han anunciado que están en ese proceso de “reorganización interna”, de “elecciones por la base” o proponiendo “rutas de salida”; pero el problema es que lo que está totalmente “enrarecido” es el ambiente político, el del país como un todo, con relación a los partidos, los líderes políticos y la política, e incluyo allí a los seguidores del régimen, que tampoco las tiene todas consigo, según admiten varios de sus “connotados” y conspicuos voceros. ¿Serán suficientes esas reorganizaciones en camino? ¿Servirán, ahora sí, para llenar la fosa que hay entre partidos y sus lideres, con el pueblo venezolano? ¿Se atreverán a romper con los esquemas de partidos de masas y de cuadros, propios de finales del siglo XIX y principios del XX? ¿Darán una respuesta a los miles de militantes de la sociedad civil, que han preferido refugiarse en sus pequeñas organizaciones −limitadas y dispersas como los partidos− para tratar de hacer política? Hay recelo en que éste sea el momento para eso, pero qué duda cabe que sí hay que iniciarlo en algún momento.

  Tenemos más de cuarenta años, desde finales de los 70 del siglo pasado, en este proceso de escabechina de líderes y partidos; y francamente, yo no creo que hayamos llegado todavía a un compromiso serio para el proceso de renovación de partidos y líderes −que nadie discute su necesidad− porque si existiera ese compromiso serio por cambiar el medio político o el ambiente político venezolano, muchos de los que los critican hace tiempo que se habrían metido a hacerlo: Militando en organizaciones políticas, creando nuevas organizaciones, actualizando permanentemente las que existen, etc.

  El problema es que una de las terribles características de los venezolanos que tenemos algo de instrucción −y no hay nada peor que tener solo “algo” instrucción− es que tenemos la peculiar costumbre de saber que deben hacer los demás, para nosotros hacer lo mínimo o no hacer nada. Siempre ha sido más cómodo dedicarse a los negocios, a la actividad profesional, a la docencia, a militar en organizaciones de la sociedad civil − dispersas y atomizadas, pero manejables− o a disparar desde la cintura cada vez que nos provoque.

  Además, quedamos muy bien, porque eso de criticar a los políticos y los partidos siempre ha estado de “moda” y es muy seguro; no hay que probar nada, pues “todo el mundo sabe que eso es así” y además nadie te va a responder ni a desmentir; y si alguien lo hace, no importa, porque en este país a nadie se le ocurre rectificar o pedir disculpas por dar falsa información o difamar.

  En cualquier caso, sobre el tema de los partidos he escrito en varias oportunidades y no lo voy a repetir; quien lo desee, puede ver en mi “blog” (https://ismaelperezvigil.wordpress.com/) varios artículos; y en particular, a quien le interese, le recomiendo estos:

1)    Virus de la antipolítica, 17 de abril de 2020

2)    Acoso a los partidos y una reflexión necesaria, 27 de junio de 2020

3)    Renovación de los partidos (1), 4 de julio de 2020

4)    Renovación de los partidos (2), 11 de julio de 2020

5)    Reconstrucción Opositora, 5 de diciembre de 2020


   La desadaptación de los partidos sus líderes y su inocultable problema de desarraigo, con respecto a la población venezolana y sus problemas, es un tema viejo, que se remonta a finales de los años 70 del pasado siglo y tuvo su eclosión en 1993, cuando resultó electo para un segundo periodo presidencial, Rafael Caldera, quien llegó al poder con el 30% de los votos, prescindiendo del partido social cristiano, que él mismo fundara, y a través de una alianza de mini partidos, varios de izquierda, que se autodenominaban el “chiripero”.

  Durante su periodo presidencial, 1993-1998, se profundizó la decepción con los partidos tradicionales y surgió una nueva fuerza en el país: el chavismo, que se presentó y triunfó en las elecciones de 1998, en medio de un país totalmente polarizado y dividido en tres frentes bastante simétricos: el chavismo, que obtuvo 3,6 millones de votos, la oposición con 2,8 millones; y sorpresivamente la abstención, como fuerza mayoritaria pues más de 4 millones de venezolanos dejaron de ir a las urnas. La opción triunfadora, el chavismo, era en ese momento amorfa de contenido ideológico; tras un líder, Hugo Chávez Frías, con una oferta política, mezcla de demagogia y populismo, que un día se presentaba como un Savonarola de la política, que amenazaba a los “corruptos” con freír sus cabezas en aceita; otro día aparecía aliándose con partidos de izquierda; y otro, invocando una especie de “tercera vía”, al estilo Tony Blair; pero, siempre cruzando el rio, bien montado sobre el caballo de la antipolítica.

  A ese “fenómeno” los partidos tradicionales, en su momento y aún hoy, no han sabido salirle al paso, tratando de combatirlo electoramente con alianzas tradicionales poco exitosas, que han dejado en el camino muy maltrechos a los partidos tradicionales y a sus líderes. No repetiré lo ya dicho, (Ver: El Candidato y su Selección, ya mencionado); pero, como quiera que es un tema en el que hay mucha tela que cortar, en la penosa situación de silencio que lo rodea, concentrémonos en un pequeño trozo de esa tela: La “fórmula” para renovar el liderazgo opositor.

  En noviembre de 2021 surgió una propuesta para acometer esta renovación de la dirigencia opositora, cuya abanderada fue M.C. Machado: Proceder a una Elección Popular, sin CNE, −obviamente−, para elegir por la base la nueva dirigencia opositora, la que se pondría al frente de una única tarea: Salir de este régimen de oprobio.

  Según dicen algunos, aunque confieso no haberlo visto, la propuesta Machado tuvo “gran aceptación”; al menos, debo decir que, salvo contadas excepciones, nadie se pronunció públicamente en contra y las críticas a los términos de la misma han sido bastante tibias; a lo mejor es porque no hay “términos”, que hayan sido expuestos de manera concisa y clara; porque si bien se habló de una “Elección Popular”’, después se ha “matizado” señalando que no se trata de unas “elecciones primarias”, sino de un “proceso popular”, sobre el cual no se han ofrecido mayores detalles: ¿Cómo?; ¿Cuándo?; ¿Características?, ¿Quién lo organiza?; y sobre todo, ¿Quiénes participan?; ¿Podrán participar en el proceso también los partidarios del régimen? Y si eso es así, ¿Cómo evitar que ellos −que obviamente tienen una mejor y demostrada capacidad para organizarse−, no sean los que decidan quienes serán los dirigentes y lideres de la oposición? Obviamente, estoy consciente que mis interrogantes pueden ser triviales, pero no descabelladas y sé que soy “vocero”, sin que nadie me lo haya pedido, de muchas personas en el país, preocupadas por el devenir político opositor.

  Lo cierto es que nadie −o muy pocos− se han atrevido a criticar la “propuesta Machado”; probablemente por tres razones; primero, porque creo que todos estamos de acuerdo en que es necesario una renovación total de la dirigencia opositora, pendiente desde hace muchos años; es obvio que la actual no ha sido exitosa en su desempeño político principal: Sumar voluntades para lograr una salida política a la crisis en la que estamos sumidos; segundo, vamos a ser sinceros, porque nadie se enfrenta a M.C. Machado; y tercero, porque en mi opinión no se ha predicado con el ejemplo; el primer partido en renovarse de esta forma debió haber sido el partido que fundó, organizó y en el cual milita la proponente; y eso, que yo sepa, no ha ocurrido.

  Los proponentes, aunque no mucho, sí han dicho algo: Que eso hay que construirlo entre todos −que es otra forma de decir, que nadie se hace responsable− y que eso no es por casualidad, sino por diseño; que, deliberadamente, la propuesta fue concebida y planteada de esa manera, para que algún grupo, equipo humano o dirección colegiada de gerencia lo asumiera, aunque no sabemos bajo que directriz o inspiración, porque de eso sí es verdad que no se ha hablado. Pero, los que son el objeto de la propuesta, los partidos y los líderes, tampoco han dicho nada. Quizás en el discurrir de los días, asomen algunas propuestas o se aclare más la original.

  Mientras tanto, la tan deseada renovación de la dirigencia partidista y la estirpe del liderazgo opositor −como nos recordó García Márquez− parecen condenadas a pasar sus cien años de soledad, de los cuales ya llevamos más de 40; siendo los 23 últimos, los más penosos.


https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

5 de octubre de 2021

SE BUSCA AL REY SALOMON PARA MIRANDA


Ante los deplorables espectáculos que deja a su paso la política partidista que nos a acompañado los últimos años, donde hemos visto poco a poco desdibujarse todo rastro de democracia, de reconocimiento del otro, del respeto a la participación, se abre una ventana que nos pide a gritos incorporarnos a la reconstrucción de "ESTO" que hemos permitido que suceda, dándole la espalda pensando siempre que lo público no nos corresponde. He aquí el resultado. 

Aún sabiendo que el objetivo ulterior es recuperar la República, la institucionalidad, la independencia de poderes, además de vivir en un sistema Federal plural e inclusivo, nos siguen viendo como espectadores, cuando en nuestras manos está la decisión más importante, seguimos siendo los mandantes aunque pretendan que olvidemos la importancia de esta calificación.

En virtud del escenario que estamos viviendo hoy por hoy en el Estado Miranda, nos viene a la memoria cuando la arrogancia y la soberbia nos arrebató el Concejo Municipal, que queremos a toda costa recuperar, sin embargo hemos caído en un estado de nerviosismo entre los demócratas y ha empezado a cundir el desánimo en unos y la hiperventilación entre otros.

Sin embargo es recomendable traer al presente un episodio del Antiguo Testamento que tal vez nos ilustre hacia una demostración de verdadera entrega:

El juicio de Salomón (I Reyes 3: 16-28) que demuestra la gran sabiduría de este monarca.

"Un día dos prostitutas se presentaron ante Salomón y una de ellas le expuso el siguiente caso. La mujer cuenta a Salomón que las dos mujeres vivían juntas y que ambas parieron casi al mismo tiempo a dos varoncitos.

 

Una noche la otra mujer se acostó encima de su hijo y lo mató. Al darse cuenta de lo que había hecho, en medio de la noche se fue a la cama de la mujer y le cambió el niño muerto por el vivo. Al despertar e ir a amamantar al niño, la mujer se dio cuenta de dos cosas: que el niño estaba muerto y que no era su hijo.

 

Ante estas declaraciones la otra mujer la acusó de mentirosa y le dijo que el niño vivo era de ella y el muerto el suyo. Ambas se pelearon acusándose mutuamente de mentirosas.

 

El rey Salomón deliberó sobre todo lo que las mujeres le habían contado y ordenó que le trajeran una espada. Cuando se la trajeron el monarca ordenó a uno de sus hombres que partiera al niño por la mitad y que le diera una mitad a una de las mujeres y la otra mitad a la otra mujer. Ante esta decisión, la madre verdadera horrorizada exclamó:

 

«¡Por favor, Majestad! ¡Dele a ella el niño que está vivo, pero no lo mate!».

 

Mientras que la otra mujer exclamaba:

 

«¡Ni para ti, ni para mí! ¡Que lo partan!».

 

En ese momento, y antes de que la espada tocara al niño, Salomón detuvo al ejecutor y proclamó que se le entregara el niño a la primera mujer pues ella era la verdadera madre."

¿Cómo te sientes luego de haber leído este episodio tan ilustrativo? ¿Se parece en algo a lo que los Baruteños estamos viviendo?

Recuerda, tu opinión es muy importante para nosotros deja tus comentarios en esta publicación.