Mostrando las entradas con la etiqueta #JoseToroHardy. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta #JoseToroHardy. Mostrar todas las entradas

16 de julio de 2020

José Toro Hardy “La Revolución Francesa”, editorial de Analítica


La Revolución Francesa

Un día como hoy hace 231 años, el 14 de julio de 1789, estalló la Revolución Francesa. En su memoria se celebra en esta fecha el día nacional de Francia, a cuyo pueblo y gobierno hacemos llegar nuestra admiración.

“Liberté, Égalité, Fraternité” (Libertad, Igualdad y Fraternidad) fue el lema de aquella gesta y, junto con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, constituyen algunos de los principales legados de Francia a la humanidad.

La Revolución Francesa no aparece de la nada. Surge del Siglo de las Luces, de la Ilustración, de los Enciclopedistas y de la Independencia de los EEUU que había ocurrido algunos años antes, el 4 de julio de 1776. Además, la Toma de la Bastilla ocurre el 14 de julio a causa del hambre y porque ese día las panaderías de París amanecieron sin pan.

Gigantes como Locke, Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Hume, habían sentado, a lo largo de más de un siglo, las ideas que conformaron una nueva concepción de la política, la economía y la sociedad a través una forma de gobierno basada en la separación e independencia entre los poderes públicos.

“Le pouvoir arrête le pouvoir” (el poder frena el poder) era la respuesta de Montesquieu en su obra “Del espíritu de las Leyes” -donde aborda la separación de poderes- frente al absolutismo de Luis XIV, “le roi soleil” (el rey sol) o el fatalismo de Luis XV “après moi le déluge” (después de mi el diluvio) y la ineptitud de Luis XVI (quien termina por ser guillotinado), todos considerados prototipo de un gobierno absolutista y centralista.


Argumentaba Montesquieu que “todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; él va hasta que encuentre límites. Para que no se pueda abusar del poder hace falta que, por disposición de las cosas, el poder detenga al poder”.

Precisamente para impedir el abuso del poder se propone la separación e independencia de los poderes, característica fundamental de la democracia, en la cual los poderes ejecutivo, legislativo y judicial son ejercidos por órganos diferentes, autónomos e independientes entre sí, con atribuciones específicas que no pueden invadir las funciones del otro. Ya Aristóteles había atisbado ideas de ese orden para impedir la tiranía, pero fueron Montesquieu y Locke los que la definieron.

Locke señalaba que el poder legislativo debía ser “el poder preponderante”, no sólo por su atribución de crear las leyes, sino también porque debía evitar las posibles tentaciones de los otros poderes y así impedir tendencias que pudieran conducir a una tiranía.

Conforme a esta concepción, solo el Poder Legislativo hace la ley, solo el Poder Ejecutivo se encarga de la ejecución de las leyes existentes y solo el Poder Judicial ejerce la potestad jurisdiccional.

De la Revolución Francesa surge otra concepción extraordinaria: “La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente Francesa el 26 de agosto de 1789:

  • “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”.
  • La libertad consiste “en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás”.
  • El ejercicio de los derechos naturales de cada hombre, no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el disfrute de los mismos derechos. Estos límites solo pueden ser determinados por la ley.
  • Los derechos naturales son imprescriptibles e incluyen la libertad de opinión, de prensa y de conciencia, así como el derecho a la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
  • Son características de la libertad individual “la presunción de inocencia e irretroactividad de la ley”;
  • La fuente de toda soberanía reside esencialmente en la nación;
  • Ningún individuo, ni ninguna corporación pueden ser revestidos de autoridad alguna que no emane directamente de ella.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano va desgranando a lo largo de su enunciado principios fundamentales de universal aplicación que reconocen los conceptos concebidos por los grandes filósofos políticos del ya mencionado Siglo de las Luces.

Hoy en día en Venezuela, otra revolución con “r” minúscula está dando al traste con prácticamente todo los avances extraordinarios que para la humanidad representó la Revolución Francesa.

José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica

2 de julio de 2020

José Toro Hardy “Economía en tiempos del Coronavirus”, editorial de Analítica


La economía en tiempos de coronavirus

El mundo recuerda con horror las imágenes de pobreza, aún en los países más ricos, a raíz de la Gran Depresión de 1929 que tuvo como epicentro a los EEUU pero que contagió las economías del mundo entero. 

Comenzó en EEUU que, después de la I Guerra Mundial, emergía como potencia económica. Europa dependía tanto de sus financiamientos como del intercambio comercial con ellos. Por eso, la crisis norteamericana desató un efecto dominó en todo el planeta. Algunas de las naciones más afectadas fueron: Austria, Francia, Alemania, Japón, Reino Unido, Italia, Países bajos y España.

En no poca medida esa Gran Depresión condujo al estallido de la II Guerra Mundial, ya que sus efectos agravaron la situación de una Alemania depauperada por los efectos de la derrota que había sufrido en la I Guerra Mundial, bajo los efectos del Tratado de Versalles y sumida en una  hiperinflación devastadora. El resultado terminó siendo el surgimiento del Nacional Socialismo y de Adolfo Hitler.
 
En los EEUU, a partir de 1933, había asumido la presidencia Franklin D. Roosevelt, quien para enfrentar la crisis puso en marcha un paquete político económico conocido como el New Deal, dándole al estado un papel preponderante, atacando el problema del desempleo, creando leyes de seguridad social, planes de viviendas, nuevas políticas fiscales y un inmenso plan de obras públicas que hacia 1936 devolvieron a aquella nación a la senda del crecimiento económico.

Hoy el mundo vuelve a enfrentarse a otra crisis de proporciones dantescas. Esta vez una nueva crisis está arrollando a la economía mundial. Se inició en Wuhan, en China, con un virus conocido como el COVIT-19 que como efecto dominó se extendió por todo el planeta desatando una pandemia que, además del inmenso costo en vidas, contagió las economías con efectos devastadores. 

El FMI ha estimado que se traducirá en una caída del PIB mundial de un 4,9%. El PIB de los EEUU caerá en un 8%, en la zona Euro en un 7,5%, Reino Unido 10,2%, Japón 5,8%, Rusia 6,6% y el de China, cuyo crecimiento se había estimado en un 6% para el 2020, se ha rebajado a apenas un 1%. Para Latinoamérica se estima una contracción del 5,2% y para Venezuela del 15% (según otros estimados será aún peor). Detrás de esas cifras frías se esconden enormes dosis de sufrimiento humano.

Pero en medio de ese panorama desolador, surgen noticias que pueden representar un rayo de esperanza. El presidente del FED de los EEUU, Jeronimo Powel, acaba de anunciar que la economía de su país se está recuperando más rápido de lo previsto:

“Hemos entrado en una importante nueva fase y lo hemos hecho antes de lo esperado”.

Desempolvando políticas keynesianas utilizadas en la Gran Depresión de 1929, el Congreso de los EEUU comprometió casi 3 billones de dólares en ayudas de distinto tipo para frenar la caída. El FED redujo las tasas de interés a casi cero, compró billones de dólares en bonos y lanzó casi una docena de programas de respaldo crediticio para impulsar la economía y mantener en funcionamiento los mercados y se comprometió a utilizar “la gama completa de herramientas” para reactivar la economía.

Dada la enorme interrelación que existe entre la economía estadounidense y la del resto del mundo, las buenas noticias para ese país suelen tener un efecto positivo en los demás.

En Venezuela, sin embargo, la situación va de mal en peor. Un Estado incompetente, populista y corrupto, ha desatado una de las peores crisis de su historia, aislando al país del resto del mundo, destruyendo de manera absurda el aparato productivo y provocando una crisis social sin precedentes. Por otra parte, pasadas la pandemia y la crisis, se abre ante el país la posibilidad de una vigorosa recuperación que nos devolverá el futuro.

José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica

19 de mayo de 2020

José Toro Hardy: Autopsia de nuestra economía



19/05/2020

La Academia de Ciencias Económicas acaba de emitir un extraordinario pronunciamiento que pone en evidencia la destrucción masiva a que ha sido sometida la economía venezolana. Veamos algunos de sus planteamientos:

Comienza por resaltar que en apenas seis años nuestra economía ha experimentado una contracción del 70%. Enfatiza la Academia “el deterioro pronunciado de los servicios públicos, la destrucción de la capacidad productiva de la industria petrolera en manos del Estado y la reducción sustancial de la producción privada”.

En el ámbito estrictamente petrolero la afirmación de la Academia se constata al comprobar que en el 2013 aún producíamos 2,3 millones de barriles diarios en tanto que en abril de este año, según la OPEP, apenas alcanzamos a 622.000 b/d.  En ese mismo lapso la falta de mantenimiento de las instalaciones petroleras ha llevado a la paralización total de las refinerías provocando la imperdonable escasez de gasolina.

Hace después hincapié la Academia de Ciencias Económicas en las causas de la hiperinflación en el país que ha llegado a ser la más alta del mundo:  “Los créditos del instituto emisor (BCV) al gobierno pasaron del 8,5% en el año 2000 al 59,5% en el año 2019”. 

En otras palabras el BCV está monetizando el déficit fiscal en violación al Art 320 de la Constitución que lo prohíbe expresamente: 

“En el ejercicio de sus funciones el BCV no podrá  convalidar o financiar políticas fiscales deficitarias”.

Pasa a explicar la Academia que los créditos de la banca al sector privado respecto a sus activos consolidados se redujeron drásticamente al pasar del 41,9% en el año 2000 al 3,6% en el 2019. Los bancos ya no pueden cumplir con su función de intermediación financiera, abrumados por los encajes que les aplican. 

Lo anterior contribuye a entender el proceso de “pulverización” a que ha sido sometido nuestro signo monetario “y con ello su capacidad adquisitiva interna y externa, imponiéndose por la vía de los hechos y de manera en extremo desordenada, un sistema de monedas múltiples”.

Se refiere también a la destrucción del aparato productivo interno y, al referirse al sector agrícola, destaca que apenas produce un tercio de lo que demanda el consumo nacional, afectada además por crecientes dificultades para hacer llegar sus productos a los centros poblados debido a la creciente escasez de combustible.

Y presenta esta dramática afirmación: “La población está sumida en niveles de miseria nunca antes vistos por las tres últimas generaciones, con salarios mínimos de menos de tres dólares mensuales y con cinco millones de emigrados”.

Sobre el cuerpo inerte de nuestra economía se arrojan ahora las consecuencias de la pandemia y la escasez de gasolina. Algunos estiman que este año el PIB podría caer en más de un 20%.

Esos mismos planteamientos explican las recientes declaraciones del Sr Alejandro Werner, Director para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, quien afirma: 

“El caso de Venezuela no es una década perdida, es una década de retroceso gigantesco (...) Lo que ha ocurrido en Venezuela es un desastre macroeconómico y social que nunca se había visto en la región”

La recuperación de Venezuela pasa por un giro de 180 grados en el modelo económico que se está aplicando. Ello implica un profundo fortalecimiento de la seguridad jurídica, un respeto absoluto a la propiedad privada, la reinstitucionalización del país, el acatamiento a los tratados internacionales, la reconstrucción de todos los sectores del aparato productivo. Pasa también por el rechazo total al narcotráfico y al daño que provocan vicios nefastos como la corrupción. En este sentido hay que afrontar el más complejo de los retos: la recuperación de los valores.

Vista la amplitud de los objetivos que se requieren, resulta evidente que no podrán ser alcanzados si previamente no se produce también un profundo cambio del modelo político, que es en fin de cuentas el responsable de todo el daño y la destrucción que hemos sufrido.

Los planteamientos de la Academia de Ciencias Económicas son tan extensos y profundos que no podemos abarcarlos todos en este Editorial. Constituyen una suerte de autopsia practicada al cuerpo económico inerte de Venezuela. 

Tomado de: