La economía en tiempos de coronavirus
El mundo recuerda con horror las imágenes de pobreza, aún en los países más ricos, a raíz de la Gran Depresión de 1929 que tuvo como epicentro a los EEUU pero que contagió las economías del mundo entero.
Comenzó en EEUU que, después de la I Guerra Mundial, emergía como potencia económica. Europa dependía tanto de sus financiamientos como del intercambio comercial con ellos. Por eso, la crisis norteamericana desató un efecto dominó en todo el planeta. Algunas de las naciones más afectadas fueron: Austria, Francia, Alemania, Japón, Reino Unido, Italia, Países bajos y España.
En no poca medida esa Gran Depresión condujo al estallido de la II Guerra Mundial, ya que sus efectos agravaron la situación de una Alemania depauperada por los efectos de la derrota que había sufrido en la I Guerra Mundial, bajo los efectos del Tratado de Versalles y sumida en una hiperinflación devastadora. El resultado terminó siendo el surgimiento del Nacional Socialismo y de Adolfo Hitler.
En los EEUU, a partir de 1933, había asumido la presidencia Franklin D. Roosevelt, quien para enfrentar la crisis puso en marcha un paquete político económico conocido como el New Deal, dándole al estado un papel preponderante, atacando el problema del desempleo, creando leyes de seguridad social, planes de viviendas, nuevas políticas fiscales y un inmenso plan de obras públicas que hacia 1936 devolvieron a aquella nación a la senda del crecimiento económico.
Hoy el mundo vuelve a enfrentarse a otra crisis de proporciones dantescas. Esta vez una nueva crisis está arrollando a la economía mundial. Se inició en Wuhan, en China, con un virus conocido como el COVIT-19 que como efecto dominó se extendió por todo el planeta desatando una pandemia que, además del inmenso costo en vidas, contagió las economías con efectos devastadores.
El FMI ha estimado que se traducirá en una caída del PIB mundial de un 4,9%. El PIB de los EEUU caerá en un 8%, en la zona Euro en un 7,5%, Reino Unido 10,2%, Japón 5,8%, Rusia 6,6% y el de China, cuyo crecimiento se había estimado en un 6% para el 2020, se ha rebajado a apenas un 1%. Para Latinoamérica se estima una contracción del 5,2% y para Venezuela del 15% (según otros estimados será aún peor). Detrás de esas cifras frías se esconden enormes dosis de sufrimiento humano.
Pero en medio de ese panorama desolador, surgen noticias que pueden representar un rayo de esperanza. El presidente del FED de los EEUU, Jeronimo Powel, acaba de anunciar que la economía de su país se está recuperando más rápido de lo previsto:
“Hemos entrado en una importante nueva fase y lo hemos hecho antes de lo esperado”.
Desempolvando políticas keynesianas utilizadas en la Gran Depresión de 1929, el Congreso de los EEUU comprometió casi 3 billones de dólares en ayudas de distinto tipo para frenar la caída. El FED redujo las tasas de interés a casi cero, compró billones de dólares en bonos y lanzó casi una docena de programas de respaldo crediticio para impulsar la economía y mantener en funcionamiento los mercados y se comprometió a utilizar “la gama completa de herramientas” para reactivar la economía.
Dada la enorme interrelación que existe entre la economía estadounidense y la del resto del mundo, las buenas noticias para ese país suelen tener un efecto positivo en los demás.
En Venezuela, sin embargo, la situación va de mal en peor. Un Estado incompetente, populista y corrupto, ha desatado una de las peores crisis de su historia, aislando al país del resto del mundo, destruyendo de manera absurda el aparato productivo y provocando una crisis social sin precedentes. Por otra parte, pasadas la pandemia y la crisis, se abre ante el país la posibilidad de una vigorosa recuperación que nos devolverá el futuro.
José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica
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