Por Manuel Barreto - 18 de marzo de 2023 1:00 am
“Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino” Charles Reade
Como ideología, la democracia, más temprano que tarde, debe ganar esa decisiva batalla contra esta macedonia ideológica que ahora desgobierna nuestro país y que, desde su misma esencia, hace lo imposible por imponérsele.
Se puede destacar en el recurrente y demagógico discurso del régimen la pretensión de definirse como verdadera democracia, popular y participativa, sugiriendo que tiene la intención de conducirnos hacia “una verdadera democracia”, más completa e igualitaria. Ya son más de dos décadas transitando esa “realidad democrática” de un régimen que se sustenta en el desconocimiento del Estado de Derecho, que controla a las instituciones que deberían controlarle. La esencia en la cual se sustenta la democracia consiste en el hecho de que los ciudadanos pueden equivocarse, pero que éstos cuentan con el derecho de elegir sus propios destinos y cambiarlos, según consta en nuestra Constitución.
Las bondades de la democracia se evidencian, por un lado, en su aceptación de la experimentación, y por otro, en su capacidad de autocorrección, en tanto que los sistemas despóticos no experimentan pero imponen, no saben corregir; y no teniendo soluciones adecuadas, tratan de impedir, todo intento de cambio.
Ya hemos visto cómo el régimen tergiversa los hechos al tratar de culpar a otros de los males y perversidades propias al disparatado y poco transparente ejercicio de su función administrativa. Reiteradamente gritan “¡al ladrón!”, para desviar la atención de su inoperancia, de la corrupción y de oscuras trayectorias de la total ineficacia en su gestión; pues ya está visto como la búsqueda de culpables para exorcizar los males locales, regionales y nacionales resulta óptima cuando se entiende que la responsabilidad recae sobre quien tiene en sus manos la conducción del país; quien ha logrado vender fácilmente su caldo de cultivo, direccionando las culpas que surgen de la desilusión, de esperanzas truncadas y sueños frustrados.
Debemos, analizar, replantear lo que creemos y queremos. Ante esta ineludible la realidad es necesario fortalecer en nosotros la esperanza y animarnos a asumir de manera responsable nuestro compromiso con el porvenir de nuestros hijos. Es el único camino. La resignación, la comodidad, el miedo, son conductas razonables. Pero al intentar elucubrar sobre el porvenir, al percibir que lo que nos espera es más autoritarismo, más terrorismo judicial, más violencia, más inseguridad, más invasiones, más corrupción e impunidad, más incertidumbre, y más penurias, tan solo nos queda como respuesta dejar atrás el fatalismo, el derrotismo y la indiferencia.
Y no se trata de insensatez o imprudencia, sino de ese coraje que no significa la ausencia del miedo sino la voz de la consciencia que nos dicta que hay algo por lo que merece la pena dar lo mejor de cada uno.
Los griegos tienen un extraordinario proverbio que resume en un par de líneas todo cuanto en esta ocasión hemos querido expresar: “Una sociedad se hace grande cuando los ancianos siembran un árbol, aun sabiendo que nunca se sentarán bajo su sombra”.
https://www.el-carabobeno.com/tiempo-de-preparar-el-campo/
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